asasasasaDesde 2008 a esta parte, en los tribunales federales de Córdoba se está juzgando a represores acusados por delitos de lesa humanidad, ya sea que ocupaban cargos en la policía o en las fuerzas armadas. Actualmente está en curso el sexto juicio, el más extenso y largo de todos, el de las causas La Perla y Campo de la Ribera.

Marta Platía es una periodista cordobesa que asiste todos los días al juicio para informar acerca del proceso. Recuerda que allá por 1985, Luis Parodi -hijo de Sonia Torres-, María Elba Martínez y Rubén Arroyo eran los únicos abogados que atendían a las víctimas de Terrorismo de Estado. Finalmente, con todas las denuncias, las pruebas y testigos que se lograron reunir, el trabajo de familiares, madres, abuelas e hijos, sumados a y la decisión política del gobierno de Néstor Kirchner de que los Derechos Humanos fueran una política de Estado, se llegó a los juicios por delitos de lesa humanidad.

La causa madre que permitió todos estos juicios es la de María Elba Martínez y del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, que sustanció la fiscal Graciela Lopez de Filoñuk. “El 24 de julio de 2008 -cuando se realizó el primer juicio contra Luciano Benjamín Menéndez y otros represores- lo vivimos con mucho entusiasmo. Ver luego a los acusados en reclusión perpetua en cárcel común era algo impensado”, comenta Marta, porque hasta ese momento era habitual ver a Menéndez o alguno de sus secuaces caminando por la calle.

Los testimonios de sobrevivientes de los campos de exterminio permiten desvelar algunas historias que permanecen ocultas y que sirven para reconstruir y entender cómo se dieron los hechos a más de tres décadas de acontecidos. En este sentido, la posibilidad de reunir las declaraciones en un juicio es hacer efectivo el derecho a la justicia para las víctimas y familiares – incluso para los imputados-.

Ser periodista

Platía rescata que durante el primer proceso judicial se aprendió mucho. “En el juicio tenés que ser solidaria y generosa con el material. Lo importante es que esto no se pierda”. Aunque reconoce que es una tarea dura y angustiante -“aprendés a llorar mientras escribís”- valora el rol de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo de quienes se aprende a ser fuerte.

“Los relatos que escuchás no dejan de dolerte y no te tienen que dejar de doler. Ser periodista es ejercer la empatía”, aporta. Narrar lo que sucede durante las audiencias va más allá de realizar un seguimiento taquigráfico. Es importante poder trabajar desde la sala de prensa porque mientras escuchás a un sobreviviente, a un testigo, o incluso a un imputado, anotás un gesto, los tonos y la respiración que también aportan información.

“Se trata de mirar, estar atento, ver que siente el otro, incluido el torturador. Es un curso intensivo de humanidad”. Marta dice que así como hay relatos muy difíciles, también te enterás de lo bueno y de lo malo, porque escuchás como una pitada de pucho, una canción o un pedazo de pan ayudaban a que un compañero se sintiera mejor.

El valor de los juicios

Marta cuenta que nunca quiso ser periodista de escritorio por lo que cuando se enteró de que comenzaban los juicios se anotó. Hoy se dedica únicamente a cubrir este acontecimiento de carácter jurídico, histórico y social.  “No quiero hacer otra cosa que no sea esto”, dice.

Una de las cuestiones que hacen de este proceso un momento trascendental en la vida de las personas es la posibilidad de “revivir”. Cada historia personal es distinta y compleja, pero en general, los testigos que declaran dicen que quienes pasaron por un campo de exterminio nunca logran salir de él.

Las historias que se difunden dependen del protagonismo que adquieran en las audiencias. Pero no se trata solamente hablar de experiencias individuales, sino que “al contar la historia de una familia también contás la de otras, como en el caso de los abogados Juan Miguel Ceballos o Miguel Hugo Vaca Narvaja que son querellantes en las causas por sus padres y familiares”.

Los medios hegemónicos suelen menoscabar los juicios por causas de derechos humanos, sin embargo, Marta señala que muchos de sus compañeros están haciendo un gran trabajo para que se tome conciencia de que no es un tema obsoleto. “Mientras haya nietos robados, mientras los asesinos no se arrepientan ni digan dónde están los desaparecidos, mientras no hablen, este crimen se sigue cometiendo. Es un crimen continuo, como el de robo de bebés. Un crimen de lesa humanidad. Mientras eso siga así, esto no se termina”.

*Periodista. Escribe en Página 12.